Tras la última madrugada que Javier, o mejor dicho, el cuerpo de Javier, ha pasado sobre la tierra, comienza a llegar poco a poco el último día que va a pasar con todos nosotros.
Javier está cansado, muy cansado. Ha pasado cuatro días esperándonos sobre la nieve, cobijado por los pinos, las sombras y el frío de esos días, y esta espera final, hasta el que ha de ser su último domicilio, se le está haciendo interminable.
El, hace ya mucho que desea descansar junto a sus abuelos.
La última morada que le guardará, tiene tres familiares esperando para hacerle compañía. Sus abuelos Mariano y Felisa, y la mayor de sus tías, Felisa Quer Caballero. Eso, en cuanto a su cuerpo, porque a su alma la esperan también sus otros dos queridos abuelos y los amigos coetáneos que ya se han marchado.
Este sábado, ha comenzado con una misa sencilla en la capilla del tanatorio del cementerio jardín. Algunos familiares y amigos nos han acompañado desde bien temprano.
Javier lo está pasando mal, por el y por nosotros. A Javier no le gusta ser protagonista, y menos en multitud. No es que sea tímido, solo intimista.
Únicamente sobre un escenario y “parapetado” tras una de su baterías disfrutaba de ser protagonista, pero incluso así, el de un batería (sobre todo en Jazz) es un protagonismo relativo, pues aunque su labor es la de marcar al resto de los músicos, para que le sigan, cuando un batería hace bien su trabajo, casi pasa desapercibido.
Para protagonismos ya están los metales, por ejemplo. Saxos, trompetas, trombones, que siempre conseguían ser su primera línea de “defensa” con su público.
Javier también lo pasa mal por nosotros, por vernos sufrir. El no quería comer carne, para no tener sobre su conciencia el sufrimiento de los animales, en las atestadas granjas modernas. Por tanto, ahora lo esta pasando fatal por nosotros… porque no quiere vernos así.
La mañana ha pasado pronto, con tan buena compañía. Llegada la hora de la partida, y tenemos la sensación de que no hemos tenido suficiente tiempo para pasarlo junto a el, a mi, me faltan los años que me queden por vivir.
Pero el momento ha llegado, y salimos todos juntos hacia el viejo cementerio de Alcalá. Hemos de ir con cuidado, es sábado, y a las 12:50 el tráfico al atravesar Alcalá es considerable.
Hay conductores en la triste comitiva, que vienen de fuera, no conocen el camino, y no queremos que nadie se extravíe.
Javier está cansado, muy cansado. Ha pasado cuatro días esperándonos sobre la nieve, cobijado por los pinos, las sombras y el frío de esos días, y esta espera final, hasta el que ha de ser su último domicilio, se le está haciendo interminable.
El, hace ya mucho que desea descansar junto a sus abuelos.
La última morada que le guardará, tiene tres familiares esperando para hacerle compañía. Sus abuelos Mariano y Felisa, y la mayor de sus tías, Felisa Quer Caballero. Eso, en cuanto a su cuerpo, porque a su alma la esperan también sus otros dos queridos abuelos y los amigos coetáneos que ya se han marchado.
Este sábado, ha comenzado con una misa sencilla en la capilla del tanatorio del cementerio jardín. Algunos familiares y amigos nos han acompañado desde bien temprano.
Javier lo está pasando mal, por el y por nosotros. A Javier no le gusta ser protagonista, y menos en multitud. No es que sea tímido, solo intimista.
Únicamente sobre un escenario y “parapetado” tras una de su baterías disfrutaba de ser protagonista, pero incluso así, el de un batería (sobre todo en Jazz) es un protagonismo relativo, pues aunque su labor es la de marcar al resto de los músicos, para que le sigan, cuando un batería hace bien su trabajo, casi pasa desapercibido.
Para protagonismos ya están los metales, por ejemplo. Saxos, trompetas, trombones, que siempre conseguían ser su primera línea de “defensa” con su público.
Javier también lo pasa mal por nosotros, por vernos sufrir. El no quería comer carne, para no tener sobre su conciencia el sufrimiento de los animales, en las atestadas granjas modernas. Por tanto, ahora lo esta pasando fatal por nosotros… porque no quiere vernos así.
La mañana ha pasado pronto, con tan buena compañía. Llegada la hora de la partida, y tenemos la sensación de que no hemos tenido suficiente tiempo para pasarlo junto a el, a mi, me faltan los años que me queden por vivir.
Pero el momento ha llegado, y salimos todos juntos hacia el viejo cementerio de Alcalá. Hemos de ir con cuidado, es sábado, y a las 12:50 el tráfico al atravesar Alcalá es considerable.
Hay conductores en la triste comitiva, que vienen de fuera, no conocen el camino, y no queremos que nadie se extravíe.
continua en (II) ...
duele una pérdida así: tan grande su ausencia porque fue enorme su presencia... y ahí podrás encontrar el consuelo. A veces la vida no nos regala esa posibilidad que has tenido tú, de compartir ese afecto fraterno que se percibe tan intenso, allí podrás hallar un poco de consuelo, aunque es muy pronto verdad?
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