lunes, 10 de agosto de 2009

Tu cumpleaños sin ti.




En el año de 1960, hace 48 veranos, un diez de agosto igual que hoy, viniste al mundo.
En el final de aquel dia, como hoy, las tormentas veraniegas recorrían castilla, y bajo la tormenta de Madrid con gran aparto eléctrico según recuerda tu madre, naciste tu.
Estuviste a punto de llamarte Lorenzo, pero finalmente fuiste Francisco Javier.

Yo no pude ver como venias al mundo, en aquellos años no se consideraban las cosas como hoy, y asistir a los nacimientos era mas cosa de mujeres que de hombres, igual que traernos al mundo. Por el contrario, y para que yo no entorpeciera o molestara, me enviaron a Torrejón, a casa de los abuelos. Ya que mamá habría de ocuparse de traerte al mundo, de recuperarse del esfuerzo, y de darte toda su atención tus primeros días en la tierra.
La abuelita fue mi madre por un tiempo en esos días, y mi segunda madre por toda su vida.

En casa de nuestros abuelos Luís (Cordobés) y Manuela (Sevillana) esperé hasta el momento en que habría de conocerte.

Lamento mucho no tener recuerdos de esos días. Ahora me gustaría poder recordar con precisión todo lo que aconteció la primera vez que te vi. Y digo que te vi, porque tu tardarías bastante en tener conciencia y tal vez vista como para permitir que supieras siquiera que yo era un ser vivo.

Me pregunto que pensaría yo, al ver aquella “pizca” en brazos de mamá. ¿Cuándo empezaría a tener conciencia de que eras mi hermano? Y ¿Cuándo me di cuenta de que serias mucho más que eso para mí?

Se mucho de ti en aquella época por mamá, y de las cosas que nunca ha parado de contarme de ti. De tu prudencia, de lo bueno que eras. “Si había un hilo en el suelo, levantaba el pie para no tropezar”, me ha dicho mamá mil veces.

Te recuerdo en la casa donde nací y donde pasamos nuestra infancia. Te recuerdo en aquél pasillo pintado de azul. Todo de azul. El friso y las puertas en azul fuerte, con pintura al aceite para poder limpiarla bien. La parte de arriba de las paredes, en un azul cielo, mas pálido, ya que era al temple.

Parece que te estoy viendo de pie en el pasillo, recostado sobre tu espaldita en la pared. Esperabas y esperabas horas, a que mamá terminara las tareas de casa, para ir a algún lado con ella. Al parque, a algún recado, o simplemente salir a la calle que es lo que tú querías.
Mientras esperabas, siempre canturreabas algo sin letra, haciendo sonidos con tu voz al tiempo que golpeabas rítmicamente tu pequeña espalda contra la pared.

Parece que el ritmo ya lo tenias en la sangre desde bien pequeño, y que años mas tarde ese ritmo te saldría por las manos y pies, y se prolongaría en los pedales y en las baquetas de tu batería, para llegar a golpearla de forma magistral con el tiempo. Es como si siempre hubieras necesitado echar algo para fuera y a tu batería le hubiera tocado decir que es lo que era.

Cuantos años, cuanto tesón, sacrificio, esfuerzo y disciplina hace falta para ser un buen músico, y en concreto, un buen baterista.

Este año no vamos a poder celebrar tu aniversario en el patio de casa que tanto te gusta, ni en una terraza, como la del Tolo. ¿Recuerdas aquel año en el parque O`donnell?

Es cierto que muchos años, por estas fechas no podíamos estar juntos. Son fechas de vacaciones mayoritarias. Unas veces tu, otras yo, y en algunas los dos estábamos lejos. Nos llamábamos, y a la vuelta lo celebrábamos, así yo tenia la posibilidad de buscar algo especial y original para ti, donde ese año me tocase estar de vacaciones.

Pero otros años, las hemos pasado juntos, y esas han sido de las mejores. ¿Te acuerdas de la playa de Covachos en Soto de la Marina? Estaban Ana y Pilar. ¿Y del viaje por Italia con la furgoneta de papá? En esa ocasión vinieron también Coro y José.

Fueron varios los veranos que coincidimos en la playa, en Sagunto. ¿Recuerdas la jaima en la playa de Canet? Que fresco se estaba bajo su lona, donde corría la brisa de nuestro mar, el que más hemos frecuentado. Cuantas cervezas con limón, mirando a las chicas guapas (las mas guapas las nuestras ¿verdad?).

Ahora, tengo que ir allí casi por obligación, pero hace tiempo que ya no está la jaima, hay un chiringuito que han ordenado reducir a la mínima expresión, pero lo peor, es que ya nunca coincidiré allí contigo…

Este año no he podido regalarte un libro, música o un par de vales para un balneario urbano, tampoco alguna sesión de masaje corporal, o productos naturales que tanto te gustaban. Jabones, infusiones y te, sidra, quesos, pan… ¿Sabes? Hora hago pan en casa, pan del que te gusta, estoy seguro que te gustaría mucho recibir uno de mis panes de vez en cuando.

Otra cosa que no puedo regalarte es un par de entradas para un buen concierto.

He perdido la cuenta de a cuantos me has invitado tu. Ibas a Madrid, y te ocupabas de todo. De hacer cola, de pagar las entradas, de venir a recogerme. Cuantos hemos visto, eh!!

Supertramp, los Stones, Earth, Wind & Fire, Carlos Santana, Oscar Peterson, Miles Davis, Carmen McRae, Gino Vannelli… ya ni me acuerdo de tantos y tantos. Sin contar los que eras tu el que estaba encima del escenario.
Recuerdo bien que no pude ver nunca a mi grupo favorito, Yes. Yo estaba de vacaciones, pero tú fuiste a verlos por mí…

Se que querías ir con migo a un spa, y no te hice ese regalo, no me apresuré a darte ese capricho tuyo, y ahora es tarde…

Hoy, solo he podido regalarte unas flores. Son flores vivas, no están cortadas. Maña iré otra vez a verte, y de paso las regaré. Iré, hasta que me marche a la playa, done la jaima y tu haréis que en pleno mes de agosto “racó de mar” parezca vacía…

Pero en cuanto regrese, los niños y yo iremos a regar tus flores, ahora yo cuidaré de tus plantas mientras pueda.

Descansa, y hasta mañana.